lunes, 12 de abril de 2010

El factor humano

El último libro que acabo de leer, "El factor humano" ("Playing the enemy") de John Carlin, es un libro que se encuentra muy de actualidad por haber servido de base para la película"Invictus" de Clint Eastwood protagonizada por Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela. En primer lugar decir que, aunque no haya visto la película, se trata del típico libro que parece diseñado para su adaptación cinematográfica (tema de actualidad, personaje histórico/carismático e historia con mucha moraleja). Esto no quiere decir que estemos ante un mal libro ya que el estilo periodístico en el que está escrito (de hecho, John Carlin es periodista) hace que su lectura sea rápida y amena. Sin embargo, salvo por un par de momentos realmente memorables y muy logrados, el libro podría ser perfectamente coyuntural, siendo la típica literatura de temporada de fácil lectura, cuya venta se dispara mientras la película que lo adapta esté en cartelera.

La historia básicamente cuenta los últimos años en la cárcel de Nelson Mandela, su negociación con el aparato del Estado Sudafricano durante el aparhteid, la subida al poder de Mandela después de las primeras elecciones plenamente democráticas en su país y el campeonato del mundo de Rugby de 1995 en Sudáfrica, que tuvo lugar en una época de gran división social y política en el estado post-apartheid (Nelson Mandela fue elegido presidente en 1994).

En cuanto a los malos, o más bien mediocres o dudosos puntos de libro, hay que decir que es "demasiado bonito", es decir, aunque en el epílogo se menciona (brevemente) que Sudáfrica todavía es una nación con grandísimos problemas sociales, económicos y en el que el enfrentamiento de razas no ha sido, ni mucho menos, superado, el "happy end" es total y un poco, a mi entender empalagoso. A pesar de que Nelson Mandela es una figura política e histórica indiscutible está demasiado idealizado y creo que se pasan por alto (aunque son mencionados brevemente) muchos aspectos de su pasado un tanto sombríos, como su utilización del terrorismo, los enfrentamientos dentro de su partido con violencia incluida, o la turbia figura de su ex mujer Winnie Mandela, por no hablar de su cercanía al comunismo. Sin embargo, esto es comprensible ya que el libro no pretende ser objetivo, rozando la hagiografía en muchas ocasiones y caricaturizando a los oponentes políticos blancos de Mandela que, poco más o menos, aparecen a menudo como marionetas del protagonista que es un héroe idealizado, lo que no quita que Mandela por meritos propios reduzca a los De Klerk, Botha y compañía en los libros de Historia a personajes secundarios en comparación suya.

Como muestra de los problemas que sigue atravesando Sudáfrica, este fin de semana apareció en la prensa que uno de los protagonistas del libro, Eugene Terreblanche, lider terrorista de la extrema derecha blanca (y supuestamente redimido) había sido asesinado por dos radicales negros, habiéndose producido en su funeral una demostración de fuerza de la extrema derecha neonazi. Así que Sudáfrica, a pesar de que Mandela tuvo la sabiduría de no atizar aún más los odios raciales, evitando asñui una nueva Yugoslavia o un nuevo Zimbawe, no está libre de radicalismo, habiendo emigrado en los últimos años más de un millón de blancos por la situación de violencia existente y, a veces, la vista gorda que hacen las autoridades del partido en el poder (el Congreso Nacional Africano) frente a dichos ataques.

En cuanto a los buenos puntos que ofrece la lectura del libro se consiguen con la descripción de cómo el equipo de Rugby de Sudáfrica (los springboks, segundo mejor equipo del mundo después de Nueva Zelanda) consigue catalizar a todo un país haciéndole olvidar todos los problemas que existen en ese momento. Se trata de uno de esos momentos mágicos en lo que todo es perfecto, en el que los enemigos se abrazan y los blancos, por ejemplo, no tienen miedo de pasar por un barrio negro. Y más mérito tiene aún esto en Sudáfrica, país donde (todavía) el Rugby es el deporte de los blancos (y concretamente de los Afrikaans, los creadores del apartheid) y el fútbol el de los negros. Está también especialmente logrado la descripción de cómo personas sencillas como los jugadores de la selección de rugby asumen la responsabilidad de convertirse en un símbolo nacional de reconciliación y asumen una responsabilidad política haciendo cosas tan sencillas como simbólicas como aprenderse en un par de días el nuevo himno nacional en Xhosa (lengua mayoritaria en sudáfrica), cuando, siendo los prototipos del poder blanco sobre el negro, eran Afrikans de casi dos metros sobrealimentados, hacen este guiño a la mayoría del país.

Para cualquiera que haya estado en un Estadio de fútbol, sabrá que ahí se puede ver lo mejor y lo peor de un ser humano. En el caso de la la copa de rugby de 1995, ocurre los primero. En "el Factor Humano" el deporte había sido un símbolo de separación entre razas, siendo el rugby la bandera de la sudáfrica blanca racista, pero una serie de inteligentes guiños lo convirtieron en un factor de unión, al menos en el mágico momento de la final de la copa del mundo, de una nación. Los blancos vieron como cuarenta años de boycott deportivo desaparecieron, mientras que la población negra vio como la selección de rugby (casi) blanca aceptaba muchos de los emblemas culturales de la mayoría racial del país.

En definitiva, un libro entretenido para quienes les guste la política y la forma inteligente de hacerla, en la que las partes tienen que ceder algo y hacer muchos gestos simbólicos de conciliación al "enemigo". Como ejemplo de esto, el himno de sudáfrica actual está cantado en Xhosa, holandés (afrikaans) e inglés y, el mejor momento de la historia, y que seguro que Clint Eastwood ha sabido reflejarlo muy bien en la película ya que es muy cinematográfico: como tras una campaña de publicidad por la radio se consigue convertir una canción de jornaleros pobres negros ,el Shosoloza, en el himno extraoficial de la selección, haciendo que incluso los seguidores radicales blancos ( boers Afrikans vestidos de leñador, comedores de salchichas y bebedores de coca cola con coñac) lo cantaran llenos de emoción en el estadio de la final de la copa del mundo.



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